Por Amor González, psicóloga escolar
Te ocurre que tienes cosas que hacer y lo vas dejando para después, para mañana, para otro momento que sea mejor…
Que cuanto más lo dejas, más te cuesta ponerte a hacerlo.
Que buscas excusas y te enfrascas en otras actividades que, sin saber por qué, se convierten en prioritarias y te consumen ese bien tan preciado, el tiempo, que es imposible comprar.
Y resulta que después te encuentras con la misma tarea, con menos tiempo para hacerla y un vago sentimiento de malestar, o un puñetazo agudo de culpa que se convierte en una carga más que llevar.
Y cuando al final te pones a ello, en muchos casos te dices: “¡Si no era para tanto!”.
Así que no lo entiendes, y te preguntas con cierto grado de angustia: “¿Por qué no me pondré a ello sabiendo que lo TENGO que hacer?”
Te haces vagas promesas de que esto no se va a repetir, pero a las primeras de cambio te olvidas y te vuelves a encontrar arreglando el armario cuando tienes que hacer problemas de trigonometría, quedando con las amigas para tomar café cuando tendrías que poner fecha a las revisiones médicas que llevas saltándote desde hace 6 meses, llevando el coche a lavar para dejarlo impecable sabiendo que la ITV está sin pasar, pegándote un atracón de series en Netflix en vez de llevar al día la contabilidad de tu negocio, limpiando la bandeja de entrada en vez de responder al contenido de los emails de tus clientes, limpiando el polvo en vez de planchar la montaña de camisas que amenaza con quitarte la vista a la calle…
La lista es finita, pero no para de crecer, como el caudal de un río que va agrandándose a medida que va recogiendo las aguas de sus afluentes y como el sentimiento de culpa y la sensación de impotencia de que “yo no tengo remedio”.
Pero “tranqui” como diría mi hijo, es una situación bastante común, aunque a unos nos tiene más atascados que a otros.
A esto de dejar para mañana lo que puedes hacer hoy es a lo que se llama procrastinación.
Según la escueta definición del diccionario de la RAE (Real Academia Española), procrastinar, significa diferir, aplazar.
Y ahora una anécdota personal que me sucedió hace al menos 10 años de cuando trabajaba en una multinacional.
El director de nuestra división, con fama de ser un ogro, reputación que se ganaba a pulso, para darme a entender que tal vez no estaba haciendo lo que tenía que hacer (temas de comunicación a clientes) me preguntó que, “si tal vez no estuviera…” aquí hace una pausa, y me dice “en inglés se dice procrastination, no encuentro la palabra en español”. Como a mí me gustaba ir de listilla recuerdo que le dije “procrastinación, Paco, en español se dice procrastinación”. Sentí una satisfacción pueril de quién marca un tanto en un partido que tienes perdido de antemano.
Fin de la anécdota.
Desde entonces lo de procrastinación se ha puesto muy de moda y hay infinidad de artículos, estudios y libros que te ayudan a combatirla.
Sí, parece que además de ser felices, tenemos la obligación de ser emprendedores, exitosos, productivos, multitarea, polifacéticos… y para lograrlo necesitamos gestionar mejor nuestros recursos personales, económicos, tiempo…
Así que se asocia la procrastinación como un problema de gestión del tiempo y las soluciones que se ofrecen son del tipo racional, sensatos consejos para que puedas disponer de tu tiempo de manera más eficiente, organizar mejor tus actividades y citas, tener disponibles los recursos necesarios, disponer un plan B etc.
Si no lo has probado tal vez te sea de utilidad1.
¿Pero qué pasa si ya lo has intentado y no lo has conseguido?
Tal vez te ayude verlo desde otra perspectiva.
¿Te apetece?
Continuará en el próximo post, prometido.
PS: Tal vez te estés preguntando si estoy dejando para mañana el terminar este post.
La respuesta es no.
Lo he dividido en dos partes porque me resultaba excesivamente largo incluso para mí que sé lo que quiero decir y a dónde voy.
Así mejor dosificar tu tiempo y atención dejando para la semana que viene la segunda parte.
Si quieres prepararte para lo que viene, te invito a ir mirando qué te ocurre cuando tienes que hacer y no tienes ganas.
Es decir: qué sientes, qué razones y pensamientos aparecen en ese momento, qué haces a continuación y cómo te sientes inmediatamente después, y cómo te sientes a medio plazo.
¡Buena semana!
1 Si piensas que no te vendría mal empezar por ahí, dímelo y lo vemos en otra entrada.